27 de diciembre de 2013

El alcalde malo



Enrique Santos Molano





Las críticas a la administración actual de Bogotá van desde la frivolidad más primaria hasta la ceguera más voluntaria.


 Una de las cuasi unanimidades más graciosas que he leído entre los comentaristas de la patria boba, a raíz de la destitución e inhabilitación (por quince años para ejercer cargos públicos) proferida por el Procurador General contra el Alcalde Mayor de Bogotá, es el reproche que le hacen al jefe del Ministerio Público, no tanto por la ilegalidad o arbitrariedad del fallo, sino porque “convirtió a un mal alcalde en un mártir y lo elevó a la categoría de figura nacional”. Es decir que el Procurador le hizo a Petro un gran favor sacándolo del pantano de su “pésima” administración para consagrarlo como víctima de las decisiones políticas que han hecho célebre al doctor Ordóñez.
Si esa apreciación de nuestros magos de la hermenéutica cotidiana fuera cierta, habría que admitir la realidad del dicho según el cual Colombia es un país de locos. Muy deschavetados tendrían que estar los miles de ciudadanos que, en lugar de alegrarse de que el Procurador los librara de un mal alcalde, y aplaudirlo por ello, salieron a las calles, y aún siguen saliendo, a protestar contra el fallo de destitución e inhabilitación de Gustavo Petro, y a pedir la renuncia del Procurador.

¿Están movidos esos ciudadanos por un elemental sentimiento de justicia que rechaza una sanción desorbitada contra un funcionario que todos consideran que es un mal alcalde? Llegar a esa conclusión es desconocer la idiosincrasia colombiana y, en especial, la bogotana.

El fallo del Procurador General ha puesto en evidencia que los ciudadanos del común no ven al alcalde Petro con los mismos ojos con que lo juzgan desde sus escritorios quienes están interesados en verlo como un mal administrador y en mostrarlo como un alcalde fallido. La ciudadanía, que vive y siente a diario a Bogotá, sin ahorrarles críticas a los desaciertos del alcalde (que los tiene), percibe también los beneficios de un gobierno que, saboteado por todos los flancos, calificado de “malo” aun antes de que el alcalde Petro se posesionara del cargo, ha hecho prodigios para restaurar una ciudad devastada por la corrupción y la mala gestión de gobiernos anteriores. Por eso, y no porque el fallo del Procurador les pareciera exagerado, salieron a la calle a respaldar la gestión del alcalde Petro.

Las críticas a la administración actual de Bogotá van desde la frivolidad más primaria hasta la ceguera más voluntaria. Que es antipático, impotable, que no escucha, que no se sabe vestir, vanidoso, suficiente, megalómano, etc. Que no ha hecho nada porque Bogotá está llena de huecos, la movilidad es cada día más lenta, la embarró con las basuras y maltrató a los pobrecitos contratistas privados que no se ganaban sino dos míseros billones (cruel atentado contra la libre empresa), que usa el canal de TV de la ciudad para promover los logros de su administración, etc. A falta de argumentos de peso, lo atacan con naderías y falsedades, al tiempo que se hacen los de la vista gorda con la tremenda corrupción que, por ejemplo, ha generado en la ciudad la privatización paulatina de los servicios públicos, desde la EDTU y la Edis, doctor Jaime Castro, y el detrimento que esas privatizaciones le han ocasionado a la capital. Solo con la enajenación de los servicios públicos de aseo dejó Bogotá de percibir en los últimos quince años cerca de diez billones de pesos.

Petro recibió una Bogotá al borde de la disolución. En dos años restañó las heridas causadas por la catastrófica administración anterior, recuperó el paso por la carrera 7ª. con 26, donde el caos era indescriptible, introdujo la peatonalización de la 7ª. en el sector histórico, que ha descontaminado buena parte del centro y ha dado comienzo a la identificación de los habitantes con su ciudad. Ha volcado sobre el abandonado sur y suroccidente los mayores esfuerzos para hacer de esos vastos sectores, densamente habitados, parte integrante y nerviosa del desarrollo urbano. Dio al servicio el Transmilenio para Soacha, que llevaba seis años como obra muerta. Hace un año pasé por allí y quedé espantado con el estado de ruina en que se encontraban las estaciones del Transmilenio. Hoy, el Transmilenio a Soacha es una realidad.

Los huecos no aparecieron con la administración Petro. El apodo de ‘Huecotá’ es de vieja data. La alcaldía de Petro ha tapado más huecos que las cinco administraciones juntas. A un taxista le oí decir: “Se están robando los huecos de Bogotá. Hoy salí programado para esquivar los que me toca a diario, y ya no estaban. Creí que me había equivocado de ruta”. Sin embargo, reparar en su totalidad la malla vial de Bogotá requerirá el trabajo de varias administraciones.

Petro también recuperó el Jardín Botánico, uno de los emblemas de la ciudad, venido a menos y a punto de desaparecer. Y para terminar este resumen, Petro quedará consagrado como el alcalde que logró el metro para Bogotá. Porque el metro ya es irreversible. Esté o no esté Petro, su gestión hizo posible el metro bogotano, después de setenta años de intentos frustrados por la habilidad de los monopolizadores privados del transporte.

Si a un alcalde que, contra un Concejo enemigo, contra las mafias bogotanas que le han atravesado toda clase de obstáculos en las ruedas de la Administración, hace tales milagros se lo considera un mal alcalde, entonces que venga el diablo y nos diga dónde hay uno bueno.

Tomado de: http://www.eltiempo.com/opinion/

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