Por Acidonitrix
Finalizaron las elecciones en Venezuela. Pero aún tendremos
unos días más de espectáculo, en el cual veremos, inevitablemente, un candidato
esquizofrénico, con mirada perdida, furibunda, que se sentía presidente, y
otro, de apariencia oligofrénica, de rostro abotagado, mirada abúlica, desorientada, que, por lo
pronto, es el presidente electo.
Pero, indudablemente, los dos candidatos no son sino la
expresión de lo mismo: cualquiera que ganara significaba lo peor que le podía
suceder a la hermana república bolivariana. El orate hubiera llegado a
desregularizar la economía, a privatizar los recursos petroleros y a eliminar
los alcances sociales del chavismo, con una muy posible situación de violencia
urbana y rural, para recuperación de predios, que nos llevarían a revivir los más
terribles momentos del paramilitarismo en Colombia. El bobo, en cambio,
seguirá con lo mismo, pero sin energía, paralizado por los ataques venáticos
de la oposición y la codicia sin límites de los corruptos e ineptos que se
colaron al chavismo.
Pobre Venezuela.
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